lunes, 5 de julio de 2010

eL silencio





Fúguese el ruido
por rincones
y cuadrantes puertas;
que sólo resten
tus gemidos
y que callen
esos ruidos
cuan agónicas
alertas

Que nuestra pieza,
fúnebre altar,
y nuestros cuerpos
teúrgicos lamentan.
Ya catedral
de tu vagina
Arrodillase en llanto
a caudales
y laguna vuelves
la sabana
que nos cobija,
embalsamando
nuestros placeres
ya estrujados en vasijas
de noche y roca.

Fúguese el ruido
por mi boca
dejando espacio
al aliento que fermenta,
tiñe espejos
y segmenta
foráneo ruido
y lo palpable estremecido
por caricias
y los ecos resonantes
de un dedo capricornio
en tacto señalando
punto germinal
y de partida.

Silencio, silencio,
sonora puerta altiva,
un sortilegio
dicen de mi vida
que resucita
de algún beso
ruin del ego
y su acompañada:
nada,
éxtasis o
el silencio.

jueves, 3 de junio de 2010

La mitAD de mis Ojos

Mi llorar fluye
sólo por un ojo,
la otra mitad
se conservó en
segundos pesimistas,
arcilla de otros mundos.

Uno comparte con potencia,
el otro con fatalidad
derrama las blandas gotas.

Charcos entre la arcilla
arqueológica, de ellos
abreva mi resigno
hijo de mis ojos negros,
fosas de un pozo
añejado de musgo
y aleteos
de parcos mosquitos

Aquella conclusión en ley:
piedra irreductible
ante charcos con arcilla.
Artífice arquitecto,
el viento que le urge
mezclar el agua tras el día.

¿Y por qué ha de amoldar
la piedra al viento
y el viento a la arcilla?
¿Y un ojo con ánimo
asustado mientras
el otro mira? ¡Mira bien!
¡Sigue mirando!,
expectante anfitrión
que sabe el color del telón.

¡Oh! Y después
redentor niño-poeta
que arrojas semejante
piedra por los hondos
ecos de los pozos,
niño que nació
artífice de la música
con un viento.

Mi ojo llora
porque sabe de impotencia.

La ley ríe de soberbia,
ley que cuadra
el tiempo futuro,
lo vacía entre su caja.

Y ¡ay!, del viento
que es indescifrable,
corriente irreductible
¡oh! ¡Lamentable!

¡Pero si la piedra
volviera a ser arcilla!,
polvos de encanto
por la vida.

-Ya, ¡ya! Deja
de susurrarme, ¡niño!
Demasiada alegoría
entre tus bolsos.
Deja a mi ojo que llora
de ser optimista,
al viento déjalo ser azar
y la piedra sea la moral,
puesto que de arcilla
son nuestras palabras.

miércoles, 28 de abril de 2010

Psique unívoca


El nulo movimiento
compendio
del cuarteto de esquinas,
desaire que subleva
nuestros cabellos
deshiladas cortinas.
Oscuridad longeva.

Manta hilada de noche
Y rincones foscos
con postigos rutilantes,
que impelen ayes,
los suspiros.

La símil ansiedad
conmuta angustia,
lluvia dada
con ausencia de frío
y de un canto
que a la muerte perdura;
del contagio de Morfeo
la necesidad del tiempo.

Estáticos
junto al segundo,
nos murmura
en un oído.
Noche fosca
sin movimientos
ceñida de tiempo,
cuya amplitud
nada condena al progreso:
la línea se dobla,
cae el peso
de ilusoria cadena,
por el nudo de dos cintas:
Algo diurno y algo ensueño.
Lo confieso: se desenvolvía
sin movimiento.
Fue Morfeo,
quien deviene el viento.

En noche fosca
sin movimientos
ceñida de tiempo.

Ausente de antes.

Manta hilada de noche
Y rincones foscos
con postigos rutilantes.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Alegoria


A poco de dos millas se vislumbraba un marinero en barco de plata surcando el sendero, palpando el límite de dos profundos: agua y aire. Y el sonido vinculante de angostos rayos perforando al ave, la mantarraya. Luz que seduce y recrea. Inmerso está el barco de plata a eso, sólo el horizonte le pertenece al sentir la controversia de no poder volar o sumergirse mientras es barco. Y el marinero lo sabe. Sus ojos especulan con mirada seductora, llevando a cuestas la botella sellada de corcho; dentro de ella: tiempo e ideas. La botella y el corcho, en cambio, pueden ir sobre agua y sobre tierra, mientras no se prescinda de la mano del marinero entusiasmado por llegar a un pedazo de tierra. Sobre barco de plata deslizan los límites, espuman sus sueños. Cuando él busca el escondite que cree haber encontrado cuando lo escondió. Montaraz búsqueda.

Dicen los que le vieron despertar antes de partir y dibujar su sendero náutico, escribir con carbón al reverso de un mapa en papiro. Y casi sin despedirse, partió prometiendo el mañana y el punto de encuentro. Apoco de dos millas grito sin ser escuchado sino sólo viendo el punto finito de su lejanía: parecido a una gota, que se cuela por el límite del aire en su estruendosa lluvia, o como la burbuja que, imperturbada, recorre los océanos para encontrarse con la gota del chubasco. A esa distancia, en ese momento, aquel marinero y su barco de plata.

jueves, 4 de marzo de 2010

COINCIDENCIAS CON EL VIAJE SIN IGUAL DE UN TAL HANS PFAALL


Lo primero, después del susto que fue víctima el gato, fue la noche oscura ante mis ojos. El solo grano de claridad del fuego insuficiente de mi globo aerostático -que compré en una baratija de sótano de un señor muy extraño-, junto a una temperatura muy baja como la noche de los polos, Lluhl mi gato respiraba con alguna dificultad. Yo había llevado conmigo un par de cuadros que colgaban en mi casa, y dentro del globo miraba una mesilla junto con una jarra de agua. Llevar a mi gato: el único accidente.

Ni en mi más remoto recuerdo habitaba semejante oscuridad y tan baja temperatura. El fuego por encima de mi cabeza, hijo del sol. Lluhl hecho una bola arriba de la mesa sin movimiento alguno. Ningún eco. Ninguna brisa. Después trataba de beber del agua que la jarra contenía, yo tuve un momento después la imprescindible sed, y bebí de la misma como si se tratara de un desierto. Pero asomé, levantándome, hacia fuera del globo que era protegido por una capa de gaucho. Hice un espacio y el lugar se volvió más frío. El gato se movió mientras veía yo la mancha que de lejos apenas dejaba verse; era una macha color verde. Y no exagero si el verde era intenso, inclinado al amarillo, su florescencia. Todo alrededor seguía siendo oscuro, a pesar de ese efecto fantástico. Supe de repente que estaba volando sin dirección, así como de repente -como hace mucho- sólo estuviera en la visión de un niño que, repentinamente, se le pidiese tener la necesidad de tener presente la ubicación. Tanto frío, y el aire puro parecía estar cada vez más ausente; tanto que el fuego disminuía, el gato estático apenas sí de reojo lo veía. Pronto asomó la intensidad de pequeños rayos de sol, entonces el globo estaba encima de una llanura inmensamente desierta, muchas rocas amorfas y hoyos, casi grandes pozos. Me pareció, por mucho, osado intentar salir del globo. Sabía que me faltaba el aire, mareos e hinchazón que no podía explicar. Y en efecto, a causa de mi desmayo no supe siquiera el peligro de mi aterrizaje, si es que hubo alguno. De hecho, todo fue desconocido, no importaba si "peligro" no estuviera adecuada. Esa palabra siempre la dice un tercero, un otro, que logra mirar que nada me salvaguarda. El fuego se esfumó, rompiendo el esqueleto de la capa que hacía del globo, algo curvo y flotante. No morí asfixiado por suerte a la posición inclinada de su caída, naturalmente, desperté sobrecogido llamando desmesuradamente a Lluhl.
Entonces me dirigí a un gran hoyo, ante la ausencia de mi gato. Cuando salí, la tierra era curva pero se hallaba firme; alguna vez estuve cerca de los hoyos en los campos de golf, en esa curva perfecta, salvajemente delineada.
Intenté poner marcas al rededor. Pensé que se vería bien desde alguna montaña por la mañana, de tanta soledad nunca pude pensar si quiera en que eso también podría ayudarme a ser visto, y en consecuencia intentar salvarme de mi inesperada avería. La salida del sol se retardaba demasiado, pues ya casi llevaba recorridos varios kilómetros. Mi cansancio estuvo acompañado del sentimiento más angustioso que he padecido. Mi muerte en la luna.
¡¿Dónde se apoyaba el globo, Lluhl, el fuego y yo?!... El sol se vio inmenso, casi el doble que en la tierra, antes su luz lastimó toda mi piel, y la retina de mis ojos. Después la tierra apareció como si estuviera en un papel secundario dentro de una obra espeluznante. Yo como espectador y su fatalidad. Me quedé perplejo. El día tuvo una duración inmensa, nunca, en ese tiempo, lo supe preciso. El verde que vi hace unos días es dónde bebí en mis días agitados. No había tal amarillo, su brillo llegaba de fuera. Mi decisión fue ya no regresar, empezado el espectáculo perverso, no intenté más allá de lo que podía hacer: con la voz entrecortada me recosté para seguir mirando de reojo aquel silencio. El de Lluhl encima de la mesa. El del fuego paralizado. El de la muerte minimizada, en una violencia a secas, en el paroxismo de la eternidad o la luna y su infinito.

miércoles, 20 de enero de 2010

Botas en Plomo


Se suspenden los vuelos; cualquier viaje espacial. Se prohíbe algún embarque en el mar y ni siquiera poder saltar. En las vísperas de la noche sucedió el percance que interrumpió hasta la vida más cotidiana. La emergencia que se hizo saber no es para menos: cerca del horizonte un pescador en pleno temblor de su lancha vislumbro una parvada de pelicanos caer, súbito. “¿un temblor en el mar?” pensó Tito. Su lancha se ahogo, a su suerte él no se hundió: sus pulmones entrenados.
En tierra firme ni temblor que estremeciera, con el solo inconveniente que todo se hacía lento: pesaba el cuerpo, miles de aves por los suelos, la fonética en tonos graves. En noche la neblina caía a los pies. En suma, Eolio desamparo al hombre, al mundo. Eolio dejo de soplar.
Científicos en su afán de explicar con su método el evento, se aferraron y quebrantaron los medios, dijeron la causa a cuestas de extrañeza: “es un cambio en la atmosfera, estamos seguros que es por la ausencia de co2, según los últimos resultados“. Las religiones y su enjundia de por fin ver algo extraordinario, miles de historias vagaban. Nuevos ídolos, nuevas creencias. Nuevos juegos infantiles que desafían la altísima gravedad. La humanidad con botas de plomo. Del amor se puede decir que es el único sobreviviente a la causalidad: los que saben amar todavía saben volar. Quién extraña a Eolio miente, no lo extraña a él, extraña sus viejísimas costumbres que le mantenían el cuerpo en costras, olvidando su silueta entrañable. Solo aquel percance hacia recordar al hombre que pertenecía a lo infinito, al mundo.

viernes, 15 de enero de 2010

Recuerdos de Crisjhe


Una memoria vale la pena para cuando el silencio reine,
Un reinado la vale cuando hay silencio en vez de ensordecedoras protestas.
Y viviendo mi reinado vale más que las replicas de mi silencio…
Demasiado material escasea para esta noche reabrir la monótona
Fabrica de los recuerdos. Simple y vago acorde entrar en sueño, pensamiento de pensamiento
Porque allí está reverberando la analogía para la vacuidad de la memoria.

sábado, 12 de diciembre de 2009

...del suspiro mEtafisico


Súbitamente llega a mí el aroma que liga mis pensamientos a la época donde se dieron conciencia las muchas impresiones de lo que vivía: la niñez. Parece que tengo el gusto de seguir utilizando aquel filtro. ¡Pero, claro que no es lo mismo! Aquello es meramente un recuerdo, que de tanto ajetreo en el lago del olvido, por intentar su innextinción, quedar ahogado, se ha volcado a sí mismo en confusión. Aunque parece que respira su estertor con este aroma, ligero y muy diferente a lo que una vez fui con él. Un recuerdo nunca se ahogara siempre y cuando no se genere en un vacio. No hay olvido. Las cosas similares con las que van unidas mis impresiones pueden aparecer en cualquier momento...

viernes, 23 de octubre de 2009

EL CICLO DEL CORCEL


El ciclo del corcel

Asecha la sospecha:
La fluyente vía corpórea
que desemboca entre tu pierna,
Llegó a los labios de mi boca
con el húmedo sudor de tu silueta;
Sospechado ciclo:
Le hago volver a tu labiado rojizo
el aroma y mi saliva.
Palpar lo muy sensible de mi cuerpo,
en su suma cálida:
Endurezco y memorizo,
momento de roce y sombra imagen,
Que enajeno la mirada a tu cuello asequible.
Así, el tacto se aferra a tu seno y abdomen,
el tuyo, en mi espalda y recóndito origen.
Intuyo, el nuevo tinte del tejido
en selectas partes de mi piel,
que provoca mi evocar inconsciente:

El “mariana” en timbre ligero y fiel.
Duermo, caído en el presente y su atisbo,
Que el mañana funge insulso: ¡pérfido corcel!

CONTRASTE TENSADO


CONTRASTE TENSADO
En pequeños sorbos suspiro
La inmutable parte de tu ser,
Yo, condenado a aquella
Infinita sed,
Aun con el cofín de la muerte
Y su giro:
"Sinsentido" me replique,
Reniego y doy eco
A la fe del misterio
y del hombre,
Siendo vehemente bebedor
Del corredor de tu prodiga fuente.
Cuan agónica decidía:
¿Antídoto O veneno?

jueves, 22 de octubre de 2009

LA ALMOHADA, EL ATISBO. Prolegómenos para una utopía tardía

















Al despegar la oreja de mi almohada y mirar abajo, se torno un silencio continuo en la habitación; me daba cuenta que el alba aún no estaba presente, sino su madrugada. Aquél hecho, concordó con mis recuerdos últimos: antes de dejar la vigilia. Recordé haber dejado el libro en la página 297, panza abajo y justo en el sofá... estaba ya en la encrucijada del memorendum pitagórico: me recosté; cerré el tomo; entré al mundo de la lectura; comí un caramelo; desfondé el caramelo… basta. Supondría que di término a la re-presentación en cuanto desperté. Quizás volví a quedar dormido, lo que esa mañana me llevo a precipitar el desayuno.
El olor de la hierbabuena es lisonjero que hace que vuelva la mirada al artilugio de mi mesa: un viejo artículo “Nueva tecnología. Discreción del ADN”. Un conocimiento totalizante siempre había sido precario... lo supe, otro lo supo. El seguimiento de la estructura del ADN humano carecía de memorendum: siempre fue detrás de ella la tremenda manipulación natural. "Construcción" de un mundo en lo perdido, fue lo que si hubo; el desplazamiento de lo natural por parte de la civilización cuantificada, el afán de la utopía del "hombre primitivo": aquél que una vez fue bello, el que luchaba infinitamente contra su mancilla, ¡aquellos aires de armonía tienen que regresar!-exclamaba el hombre modernocientifico.
Porque tardaba tanto el alba de las mil impresiones y nostalgias barruntadas en la ausencia del bosque más cercano, en la presencia del centro comercial que pondría en vanguardia al municipio; el comercio y la finalidad mutaron sus mascaras en necesidad; pavimentos nuevos, presas únicas creaban el gran monopolio”. Tanta parecía su fuerza que las costumbres se volcaron recetarios de hamburguesas. Las palabras y las cosas sólo eran un hombre al televisor.
En ese momento un adolescente miraba detrás de mi fractal. No tarde en invitarle a pasar. Pareciese de nueve años, mínimo siete, mis cincuenta y cinco años permitianme considerar como mirarlo, al tiempo de recordar mis mozos años. Pero era de quince todo un adulto considerase hoy. Bastaron tres palabras para que el señor tomara lo que quería y largándose, ahorrándose el saludo o cualquier majadería por lo menos, asió la puerta y tras cruzarle fue como si se hubiese impregnado al infinito inacabado de su deber, saliendo con sus pasos discretos y su mirada inquietante.

No hace mucho cerraba un ensayo de la historia intitulado “llegada del retorno: nomos y physis”, de manera modesta hablaba sobre el interés de lo fenoménico, factico, del origen y la razón de ser de todo, tal es la cosmogonía. Cada palabra como si se soltara una carta llena de la sensatez de estar en el juego de la existencia. Esta era la pregunta por la naturaleza; la noche soslayada y el Kaos irrumpiendo la vida; y todo el sometimiento de lo real impide recordarlo todo, donde solo el mito correspondía a la imperiosa necesidad de dar el sentido...

Ya supuse que clase de incertidumbre les depara a aquellas maquinas robóticas que hemos creado. Y de los pocos humanos que restan al escueto pedazo de naturaleza. El suicidio les convenció a unos, una vez soñado el afán de vida eterna a merced de la ciencia fue posible una prorroga en nuestras vidas fáciles, sin el fantasma de la muerte que pusiese a pensar a cualquiera. En aquél tiempo la comunidad científica luchaba en la abarcable respuesta; aunque había un problema dueño del desencanto eterno: la memoria humana, a palabras griegas un Kaos dentro de nosotros mismos: la vida se hacía insoportable por la mente frustrada y fastidiada, que paradojicamente anhelaba la muerte.
¿Qué son las reglas de los hombres si no las impuestas en cada maquina robótica? !ay! la osadía de tener más reglas inmutables que hombres mortales que a su causa mutaran aquél propósito. Hoy sólo un humano por un millar de maquinas robóticas. !Nosotros los cincuenta! venerados por la especie de robóticos binarios. !Nuestra creación fue nuestro reflejo! que se vuelca en contra del nosotros mismos.

Sólo una cosa para ellos no hay: es la memoria. Sus miradas atraviesan periodos negros, la noche no reconoce lo absoluto del día: ahí estará nuestro olvido.
Inevitablemente mutaremos a una engañosa y extraña causa sui de ellos mismos. Jamas podrán igualarnos. Ellos son para su infinita progresión, y aún así, un próximo retorno darán cuenta de lo que ha pasado.
Aquí ya no hay alba sino ocaso, o al menos son indiscernibles sin nosotros sus creadores: sus poetas muertos. Ciñe el maleficio de una eterna paradoja; destrucción y creación: lo que no se destruye se crea, y ya lo creado se destruye y pereciendo así como el nacimiento alcanzase a escuchar sólo una palabra:__________ sea un lloriqueo, sea una preposición engendrada de la ambivalencia.
Que sólo es parte de la comprensión, en la imposible ausencia del devenir. Diremos en la muerte. ¡Oh! mis amigos los griegos y su música en mi almohada, mirando abajo; el Hades de mis entrañas arrodillándome a ensalzar:


“A esencia antigua: nuestra poesía,

Dejo fósil de concupiscencias que engendraron

El comienzo de su súbita existencia,

A manera reciproca anuncio el engaño:

Colgaran del anzuelo que les fue asignado

Como agua fue conmigo,

Su tecnológico destino.

Que el dedo de un extraño anuncia la presencia,

Que alegóricamente es muerte, no fin de la existencia.


El anatema de tu propio ser, propio

De baladí eternidad, has llegado a olvidar

Hasta el logos rechazado,

A ti la palabra es trivialidad;

Cuando dicen algunos que las grietas

De alpinos arbustos son descifrables,

Ahí estás en tu noche, en tu balcón.

Sólo lo que cifra: Muerte, el eterno poeta.”